12.12.06

Luís Sepúlveda, autor de «O Velho que lia romances de amor»

«O velho que lia romances de amor» é um livro de Luís Sepúlveda que o dedica a Chico Mendes, o activista ecologista assassinado pelos madeireiros.


Luis Sepúlveda nasceu Ovalle, no Chile, em 1949. Reside actualmente em Gijón, na Espanha, após viver entre Hamburgo e Paris.Membro activo da Unidade Popular chilena nos anos setenta, teve de abandonar o país após o golpe militar de Pinochet.Viajou e trabalhou no Brasil. Uruguai, Paraguai e Peru.
Viveu no Equador entre os índios Shuar, participando numa missão de estudo da UNESCO. Sepúlveda era, na altura, amigo de Chico Mendes, herói da defesa da Amazónia. Dedicou a Chico Mendes O Velho que Lia Romances de Amor, o seu maior sucesso.
Perspicaz narrador de viagens e aventureiro nos confins do mundo, Sepúlveda concilia com sucesso o gosto pela descrição de lugares sugestivos e paisagens irreais com o desejo de contar histórias sobre o homem, através da sua experiência, dos seus sonhos, das suas esperanças.

Alguns livros de Luís Sepúlveda editados em português:


As Rosas de Atacama
Contos Apátridas
Diário de um Killer Sentimental
O General e o Juiz
História de uma Gaivota e do Gato que a Ensinou a Voar
Histórias do Mar
Mundo do Fim do Mundo
Nome de Toureiro
O Velho que Lia Romances de Amor
Patagónia Express
Os Piores Contos dos Irmãos Grim
O poder dos sonhos
Uma História Suja


Na contracapa do seu último livro editado em português, O Poder dos Sonhos, pode-se ler o seguinte:

"Por todo o lado encontrei magníficos sonhadores, homens e mulheres que porfiadamente acreditam nos seus sonhos. Mantêm-nos, cultivam-nos, multiplicam-nos. Eu, humildemente, à minha maneira, também fiz o mesmo”
“Sonhamos que é possível outro mundo e tornar realidade esse outro mundo possível”, afirma Luis Sepúlveda, e esta não é apenas uma declaração de intenções.
Como é seu hábito, o escritor chileno usa o seu talento de narrador para denunciar o estado de inquietação do país que ama e que o viu nascer, do país onde escolheu viver e do mundo inteiro em geral. O empenho cívico que o incita a acusar a veiculação de informação corrompida, a condenar “o indigno atoleiro que hoje é o Iraque”, a criticar a guerra e a mostrar a sua indignação pelas vítimas da tortura ou do “friendly fire” possui a mesma profunda raiz humana com que recorda as companheiras e companheiros dos afortunados anos de Salvador Allende e com que homenageia os amigos de sempre.
É portanto um forte sentimento de humanidade o que une as histórias e reflexões aqui reunidas, sempre pontuadas por uma convicta e apaixonada participação no destino dos marginalizados, dos esquecidos e das vítimas

Mas possivelmente o livro que lhe granjeou mais visibilidade terá sido «O velho que lia romances de amor» que narra uma história marcada pelo desrespeito do homem pelo Mundo que o envolve, uma barbárie que Luís Sepúlveda não se cansa de denunciar, e que o escritor dedica ao seu amigo Chico Mendes, ecologista assassinado há anos atrás.
Ao longo desta narrativa e no seio da floresta amazónica chilena, José Bolívar Proaño descobre uma paixão por livros que falam de amor, comparável apenas à sua admiração pela selva onde vive.


Excerto de uma entrevista de Luís Sepúlveda

F.C: ¿Cuál fue la idea que generó esta novela que ha sido leída por todos nosotros,"Un viejo que leía novelasde amor"?
L.S: La verdad es que yo tuve la tremenda suerte de poder convivir, durante siete meses, con los indios shuar en la Amazonia ecuatoriana. Fue una convivencia muy intensa que significó una completa transformación de mi concepción del mundo. Hay un montón de esquemas que se fueron al carajo. Entendí, por ejemplo, que aquella frase que decía “el hombre es el supremo transformador de la naturaleza” allí no tenía validez plena. Entendí, incluso, que ciertos análisis respecto a la forma de vida “primitiva” eran absolutamente desacertados en su apreciación de cómo es la gente y por qué es de esa manera. Bueno, salí de allí con la idea de escribir un gran canto de amor a la Amazonia, pero un canto de amor a esa Amazonia trágica, y devastada, que se desarrollaría a través de las peripecias y vivencias de un personaje. Esa fue la idea central y durante casi diez años esa novela estuvo dando vueltas en mi cabeza, puesto que tenía mucho miedo de escribirla. Miedo no en el sentido de no ser fiel, sino que temía que el producto final resultara una suerte de invitación para que intrusos, que nada tienen que ir a buscar a la Amazonia, se fueran a meter allá. No quería ser una especie de agente de turismo que invitara a futuros depredadores a una zona que es tremendamente frágil. Realmente la fragilidad del entorno amazónico es increíble; basta, a veces, con un mínimo accidente o una intromisión de agentes externos para que todo el equilibrio ecológico se desmorone.

F.C: ¿Qué tipo de relación recuerda haber establecido con los shuar. Por ejemplo, se proveía su comida; era un sujetoautónomo dentro de la selva, o no?
L.S: Para ellos fuí primero un absoluto estorbo. Llegué como parte de una expedición de la UNESCO que tenía como fin “hipotético” determinar el impacto de los procesos de colonización en la población shuar. Pero en realidad era un miserable eufemismo, porque la expedición, si bien es cierto estaba patrocinada por este organismo, la financiaba TEXACO. Entonces, en el fondo era un miserable censo que había que hacer para determinar cuántos indios quedaban y cuál sería la mejor forma de expulsarles de allí, porque se suponía que en ese territorio había mucho petróleo. Pero la misma selva se encargó de defenderse; todos los miembros de la expedición sufrieron picaduras de insectos y enfermaron. Y no sé por qué, inexplicablemente, yo fuí el único que se quedó allí sin sufrir daños de consideración; no sé por qué no me pasó nada. Pude haber regresado a Iquitos o a Guayaquil, pero pensé que tenía la única oportunidad de mi vida para conocer realmente ese mundo, pensé ¡qué diablos!, ya estaba ahí... Decidí, entonces, quedarme y las primera fases de la relación, te repito, fueron de una absoluta indiferencia respecto de los shuar hacia mí y de una dependencia total.

F.C: ¿Lo ayudaban por algún tipo de conmiseración, de pena... ?
L.S: Exacto, un forma de caridad. "Si a este tipo no lo alimentamos se va a morir, porque no sabe cazar, no sabe pescar, no sabe seleccionar los frutos comestibles de los otros". Me dejaban de comer, me dejaban de beber... Y lentamente se fue dando una forma mínima de comunicación, hasta que finalmente me aceptaron, pero siempre como a un minusválido. Hubo un cambio real cuando ya empecé a aprender los rudimentos del idioma shuar y fuí capaz de comunicarme en su propio idioma. Recuerdo que fue una experiencia inolvidable por su capacidad transformadora. Ellos son grandes contadores de historias. Todos los días, en las tardes, en torno al fogón, hay una rememoración de la historia y de las experiencias que va de generación en generación. Las mismas historias se vuelven a repetir, se van completando y ritualizando.

F.C: Como parte de la memoria del pueblo...
L.S: Como parte de la memoria colectiva. Llegó el momento en que fui capaz de decir en su idioma shuar: "yo también quiero decir algo". De ahí vino una aceptación más plena, me incorporaron al grupo social. Pero siempre dejándome muy claro que yo no era de ahí y que algún un día tenía que irme. Fue una experiencia muy rica y determinante en mi formación personal.

F.C:¿ Su relación con Chico Méndes le ayudó, de alguna forma, a valorar la experiencia con los shuar y, en consecuencia, la posiblidad de escribir una novela como “Un viejo que leía novelas de amor”?
L.S: A Chico Méndes lo conocí circunstancialmente. Yo era el corresponsal de una revista alemana y un día me mandaron a cubrir un gran evento de sindicalistas que se realizaba en Brasil, después de largos años en los que el movimiento sindical estuvo prácticamente paralizado. A dicho encuentro llegó Chico Méndes. Congeniamos desde los primeros días; me interesó el trabajo que realizaba con los seringueiros(1); intercambiamos muchas opiniones, me gustó su punto de vista: defendía la posibilidad de una convivencia entre indios y blancos en la selva, y hablaba de un frente común de los habitantes amazónicos contra las transnacionales. (Y entre los habitantes amazónicos él incluía a los indios y a los blancos que también eran capaces de vivir valiéndose armónicamente de los recursos que la selva podía entregar). Chico empezó también a levantar un proyecto que era muy político; que era incluso atentatorio contra los Estados existentes en América Latina y en la región, amazónica. El sostenía la necesidad de que la humanidad reconociera que los pueblos de esa zona debían ser considerados como preservadores de esa enorme riqueza natural y que como tal merecían un trato especial. Recuerdo acompañarle a Nueva York, sede de la famosa reunión del Banco Mundial, en donde un discurso muy improvisado de Chico logró torcerle la mano a los banqueros, a esa gran mafia y, por primera vez, condicionaron un préstamo al gobierno brasilero a que se detuviera la construcción de la Transamazónica, a que se detuviera, por lo menos parcialmente, el proceso de deforestación de la selva. Con Chico hablé mucho de esta novela; le contaba mis miedos. y del temor que tenía de que el producto final fuera como una postal...

F.C. Que fuera “plástica”, que fuera falsa...
L.S: Exacto. Chico era un tipo muy elemental, pero tenía una enorme sensibilidad. Era el clásico ejemplo del autodidacta que se forma de manera multidisciplinaria. Chico era un gran lector de poesía, aunque era incapaz muchas veces de leer racionalmente un periódico. Era un extraordinario lector de poesía, capaz de comprender la sutileza de un poema. En ocasiones, sin embargo, había que explicarle veinte veces lo que era un documento redactado en jerga técnica, pero era un tremendo lector, por ejemplo, de la obra de Hemingway.

F.C: Tengo entendido que esta novela se publicó primero en una editorial española, en Jucar, antes de publicarse en alemán, como traducción.
L.S: Sí, la novela dió una vuelta muy curiosa. Primero, obtuvo un premio muy importante en España, el “Tigre Juan de Novela”. Es de mucho prestigio y el jurado que lo otorga es muy riguroso (cosa muy rara en los premios literarios). Parte del premio era la publicación en una editora asturiana que es Jucar, pero no pasó absoltutamente nada, porque en España el centralismo es muy fuerte y lo que no ocurre en Madrid o en Barcelona, simplemente no ocurre. Hubo un par de críticas en prensa local (gallega, austuriana, del país Vasco), pero fuera de eso, nada. Luego aparece una edición chilena en el año 1990; es curiosamente es muy mala, son libros que se desarman enteros apenas uno los abre, pero un par de ejemplares fueron a dar a manos de un editor alemán, uno de los grandes -Fischer Verlag- quienes se pusieron en contacto conmigo para ver como era la situación de derechos de publicación. La tradujeron y de ahí empezó todo, porque obtuvo unas extraordinarias críticas en Alemania. Se transformó en un fenómeno de ventas, lo que significó mi incorporación a un mundo que yo desconocía absolutamente.

F.C: ¿A qué cree se deba que,- en diferentes mercados, con diferentes tradiciones literarias, con variadas visiones de lo que es Latinoamérica- la novela tenga ese impacto tan avasallador que arropa y crea contínuamente nuevos lectores?
L.S: Creo que los lectores que no son de habla de hispana encontraron por fin una novela que les estaba hablando de una Latinoamérica que no es solamente papaya y salsa. Que estaba mostrando un entorno, no desde un punto de vista de la referencia histórica, sino que les contaba una historia de hoy y les estaba mostrando un ambiente amenazado, un mundo como es.